En la guerra comercial y tecnológica global, China ha movido ficha una vez más al imponer nuevas y más estrictas restricciones a la exportación de tierras raras, minerales cruciales para la fabricación de alta tecnología como smartphones, vehículos eléctricos y equipos militares. China, que domina la producción de estos 17 elementos, busca presionar a Occidente y, en particular, a EE. UU., ampliando su lista de minerales restringidos e imponiendo licencias a productos con tan solo un 0.1% de material chino. Sin embargo, este "jaque" tiene un "agujero" en el tablero: Taiwán, el gigante de los semiconductores liderado por TSMC.
Contrario a lo que podría esperarse, el Ministerio de Economía taiwanés ha declarado que no prevé un gran impacto directo. ¿La razón? Los minerales de tierras raras restringidos por China son distintos a los metales que emplea la avanzada industria de chips taiwanesa, cuyos suministros de tierras raras provienen principalmente de Europa, EE. UU. y Japón.
Esto pone a salvo, por ahora, a empresas como TSMC, vitales para la producción de chips de Inteligencia Artificial para el mundo occidental. Aun así, la tensión es palpable: el ministro taiwanés advierte que los controles chinos sí podrían generar impactos indirectos al afectar las cadenas de suministro globales de productos que usan imanes de tierras raras, como los escáneres UVE de ASML. Además, China redobla su apuesta por dominar el mercado de "chips maduros" (para vehículos y drones), un segmento clave donde puede competir sin la necesidad de la tecnología más avanzada. Las restricciones son, en última instancia, una palanca de negociación de cara a la esperada cumbre entre Donald Trump y Xi Jinping a finales de octubre.
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Hugo Silgo Conde 2ºM